Era sólo una noche de fiesta.....
Era la típica noche de carrete. Quizás con unas copas de más y el ánimo de ser las reinas de la noche. Nos habíamos juntado en la casa de Lucía para prestarnos ropa y pintarnos juntas, eso acompañado con unas buenas Coronas y un cigarro manoseado y aplastado que encontramos en el bolsillo trasero del los jeans Ellus de la tere. Fue como si hubieramos encontrado un tesoro, hacíamos cola para fumarlo, para sentir el amargo sabor del life y el alquitrán colándose en nuestrros pueriles dientes. En fin, estábamos listas para conquistar el mundo, sólo teníamos un problema...no teníamos como irnos a la popular fiesta. Pero como toda chica es preparada, planeamos "pedirle prestado" el auto al papá de Anita, nunca se daría cuenta....
Escondidas empujamos el auto hasta el jardín delantero. El perro no paraba de ladrar y tuvimos que tirarle una vienesa que se engulló en dos segundos. Eramos 5, por lo tanto alcanzamos de más en el auto.
Lo habíamos logrado! llegamos a la fiesta cuales reinas llegan a su palacio. Con Spice Girls de fondo no podía ser mejor. Seguimos bebiendo ponche. Bailabamos como si el mundo se fuera a acabar. Nos quedaba poco tiempo...debíamos llegar a casa de tere antes de que su papá se despertara...y eso era en...45 min más!!!. Nos juntamos en la entrada, cada una ya con su historia romántica, queríamos hablar todas juntas , pero era imposible..debíamos irnos!
Partimos a toda velocidad. Yo me fui en la parte trasera al medio...para conversar con las dos de adelante. María iba durmiendo y Cony preocupada por la hora. Teresa y Cecilia iban adelante, enojadas por un chico. traté de distender el ambiente con un par de chistes, pero nada cambiaba el aire cortado que bajaba las revoluciones. Pusieron al grupo Ariztía a todo volumen para ahogar el silencio. La velocidad era más fuerte. Debíamos llegar a tiempo.
En subida. Una curva. Oscuridad. Tierra. Silencio. La música seguía, pero no se escuchaba la voz de nadie. Sólo los perros y la luna eran testigos de la sangre y los cuerpos maltratados. Derrepente, todas gritaron. Pedían auxilio a quien sabe quien. Tere miraba atónita sus dientes en la mano. Se los había volado todos. Ceci y Cony con sus rostros machucados se confundían con la sangre de mi rostro. Un rostro que definitivamente ya no era tal. Habíamos caído en un zanja y no sabíamos como salir de ella. Llorabamos y teníamos miedo. No sabíamos donde estábamos y a lo lejos se veían unas pocas mediaguas. Teníamos que llamr a alguien...a nuestros padres (como explicaríamos lo del auto), a nuestros amigos, o a la ambulancia. LLamamos a unos amigos quienes nos auxiliaron. Me dolía la cabeza. No podía ver mi ropa, sólo era sangre, tela de sangre y dolor...mucho dolor.
Luego llegaron nuestros padres, lloraban sin parar, me dijeron que me acostara ya que el golpe en la cabeza había sido muy fuerte. Me acosté. Las estrellas se veían lejanas. Después no tanto. Me acosté y no desperté más. Dormí en el sueño profundo del que nadie escapa. Mis padres lloraban, gritaban, quería despertar, pero mi cuerpo no reaccionaba. Quiero retroceder el tiempo...deseo haberme quedado en casa o no haber tomado tanto, me fui...para siempre y el dolor es el que queda...parecía una noche de carrete más, pero no hay ticket de regreso.